¿Cómo esta tu caminar con el Señor?

El sermón de hoy en Deuteronomio se centró en la obediencia y la identidad del pueblo de Dios. La serie, “Exhortación a la obediencia al cumplirse la promesa”, nos recuerda la fidelidad de Dios al cumplir Su promesa a los descendientes de Abraham: darles la tierra que fluye leche y miel. Estamos en los valles de Moab, a punto de entrar en la Tierra Prometida, y Moisés renueva el pacto de Dios con esta nueva generación.

El texto lema, Deuteronomio 10:12-13, fue el pilar del mensaje: “¿Y ahora, Israel, ¿qué requiere de ti el Señor tu Dios, sino que le temas al Señor tu Dios, que andes en todos sus caminos, que lo ames, y que sirvas al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma; que guardes los mandamientos del Señor y sus estatutos que yo te ordeno hoy para tu bien?” Se enfatizó que los mandamientos son para nuestra bendición.


Un Conocimiento Superior y para Todos

El pastor compartió una anécdota personal sobre un profesor universitario brillante, cuya tesis fue declarada “incompetente” de ser evaluada por el tribunal debido a su complejidad. Contrastó esto con el conocimiento de la Palabra de Dios, que es sabiduría de lo alto y para el cual “ninguno de nosotros puede declararse incompetente para entenderlo”. Dios lo ha revelado incluso a los simples para avergonzar a los sabios.

Deuteronomio 29 revela que este pacto y sus implicaciones son para todos: “vuestros ancianos y vuestros oficiales, todos los varones de Israel, vuestros niños, y vuestras mujeres, y tus extranjeros que habitan en medio de tu campamento, el que corta tu leña y el que saca tu agua” (Deuteronomio 29:10-11). Es un compromiso universal, para todas las generaciones, “para siempre”.


Los que Oyen, los que no Oyen, y los Transformados

El sermón distinguió entre quienes no han oído la Palabra de Dios, quienes la han oído, y aquellos que han sido transformados por ella:

  1. Los que no oyeron (ovejas negras): Se refirió a aquellos que no tienen la ley de Dios revelada explícitamente. Sin embargo, Romanos 2:14-15 explica que, por naturaleza, hacen lo que es de la ley, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio de su conciencia. Son responsables y serán juzgados. Como cristianos, tenemos la comisión de predicar el evangelio para que puedan oír y creer, no solo para que reciban a Cristo, sino para que guarden Sus enseñanzas (Mateo 28:20).
  2. Los que oyeron (con responsabilidad individual): El pacto de Dios fue para todos en Israel, implicando una responsabilidad individual. Romanos 2:6 afirma que “Dios pagará a cada uno conforme a sus obras”. El pastor citó Ezequiel 18:1-30, refutando el refrán de que “los padres comen las uvas agrias y los dientes de los hijos tienen la dentera”, enfatizando que cada uno es responsable de sus propias acciones y obediencia a Dios.
  3. Los Transformados (necesidad de una obra divina): A pesar de que los israelitas habían oído la Palabra y vivido las bendiciones milagrosas de Dios (vestidos y calzado que no se gastaron, provisión sobrenatural en el desierto, victorias sobre enemigos), Deuteronomio 29:4 revela una verdad profunda: “Pero hasta hoy Jehová no os ha dado corazón para entender, ni ojos para ver, ni oídos para oír.” Esto significa que, aunque vean y oigan, necesitan una obra transformadora del Espíritu Santo en sus corazones, una “iluminación” que les permita entender espiritualmente (1 Corintios 2:14). Es el “nacer de nuevo” del que habló Jesús a Nicodemo.


La Llenura Constante del Espíritu y el Amor del Padre

La conclusión fue un llamado a la constante llenura del Espíritu Santo. Así como San Agustín aprendió que nunca podría vaciar el mar en un pequeño pozo, nosotros nunca podemos estar “suficientemente llenos” del conocimiento de Dios. La invitación es a clamar por más de Dios, ya que Su conocimiento es infinito y Él anhela llenarnos con Su presencia.

Finalmente, el pastor hizo una analogía con la parábola del hijo pródigo, centrándose en el hijo mayor. A pesar de permanecer en casa, se sentía desposeído, pero el padre le recordó: “Todo lo mío es tuyo.” El padre no solo celebra el regreso del pródigo, sino que sale a suplicar al hijo mayor que entre, explicándole su amor. Este es nuestro Dios, quien nos suplica, corre a nuestro encuentro y nos da explicaciones, queriendo llenarnos con Su presencia.

El sermón terminó con una oración por la obediencia y la continua llenura de Dios en nuestras vidas, enfatizando que nuestro verdadero tesoro es el encuentro con Jesús, el único Salvador, cuya obra en la cruz nos da esperanza y un nombre escrito en el libro de la vida.

Series Recientes